Poemas
Sandra Álvarez
I
Pinto cactus en los pliegues de tu espalda
y dibujo desiertos amarillos
para que descansen las palmas de tus manos.
Siembro estatuas de caballos
en los ojos de los muertos
y en los muros de los verbos.
Las monedas ya no cargan con su cruz
pero malabarean con sus múltiples caras
—con el viento apagado ningún país tiene nombre—.
II
No necesito decir nada,
quizá invocar nubes
o torres de luz para subir a ellas.
Pero, tampoco necesito nubes.
Desde ayer llueve:
el cielo en los paraguas
y en los techos.
La lluvia es mi mapa:
señala las caídas y el invierno.
III
A las 7:30 se bañaron de gris
los muros interiores de la cueva.
La única estalactita sobrepoblaba la cruz de la tierra,
un soplo antes sus manos se adherían al techo.
El mundo de cabeza;
sus múltiples yos se buscaron las extremidades,
llenaron el vacío entre ella y el suelo.
La faz de la tierra exilió sus pigmentos;
el viento pintó murales abstractos.
IV
Las diferencias geográficas en mi cuerpo
impiden que los lunes se extiendan.
Nieve en las manos,
luz en los pies,
trenes de 1800 en mis museos clausurados.
Un año más en alguno de los relojes.
Hoy sólo es hoy
—ha decidido renunciar a los nombres
y a las cuentas matemáticas inconformes—.
V
A veces
el dolor desaparece del mundo
y todo reflorece
sin pensar en lo circular.
