Poemas
Cristina Meza
Él no te ama
y más vale que no dispares
porque si ve tu rostro desfigurado
te querrá menos.
TLP: revólver de mentiras
Así son las cosas:
hace una semana era tanta la euforia
que queríamos desnudarnos por la ciudad
y beber Tonayan hasta vomitar.
No hicimos nada.
Desde que le conté a Vladimir la verdad sobre David,
hemos pensado en asaltar farmacias
llegar a casa con la falsa victoria de tener todas las aspirinas
que calmen nuestra tortura con navajas.
No hacemos nada.
Seguimos en el piso
viendo el humo dispersarse por el aire.
No nos molestamos en intentarlo, ni siquiera en mirarnos.
Seguimos en el suelo, bebiendo de espaldas.
Vivimos entre la triste inercia del desprecio y el rechazo.
Ya le conté el verdadero nombre de David
y que le llamo así por Bowie,
de los lucky strike que guardo en el bolsillo
de la Biblia que aún no consigo.
Guardamos un revólver por si acaso,
por si el cáncer tarda mucho
o no es suficiente la hipotermia del sangrado.
Una mágnum .357
sin balas
por si mañana no nos sentimos peor
encontramos un poema para recitarnos
o tenemos ganas de enamorarnos.
Un puño de pastillas y un revólver de esperanzas, de mentiras.
Las tinas son muy caras y las navajas oxidadas.
La enfermedad que practicamos
anuncia nuestra muerte,
avisamos al infierno que vamos a suicidarnos.
Las manecillas se detienen
el arma apunta
las balas se envuelven en el bang bang del revólver descargado
ahogan en silencio los gritos entrecortados.
Al llegar a los tres litros de sangre, el cuento se habrá terminado.
De besos amargos y ruidos extraños
Me esmeré en convertirme en nada antes de que mi nombre significara algo.
Llegué tarde,
cuando tu cuerpo delirante
sangraba sobre el piso.
Me desnudé de rodillas
para con mi ropa sanar tus heridas.
Desesperada,
guie tus manos por mi pecho,
por mi pelvis
con tus ojos ausentes
con mis labios ardientes.
Ya es tarde para soñar que me amaste.
Compararte con el mundo,
la música del muerto.
Es tarde,
ya te fuiste.
No me marcho.
Dime, cuando no me pertenezca ni el cansancio,
¿serás tú quien desnude mis angustias?
Intenté detenerlo
alejarlo del revólver
de las palabras póstumas en tinta azul:
¡Bang bang!
Murió a los 27 años
sin balas en su cuello
sin ajustar mi cuerpo tibio por sus manos
¡Bang bang!
Dos disparos.
Dos balas que aún no encuentro.
Están perdidas
ahogadas en un nombre que nunca fue mío.
En un tiempo tardío,
ajeno a nuestros suspiros.
Tendido sobre el suelo,
¡sangrando sobre el suelo!
“¡Bang bang!”
Escrito sobre su espalda.
Besé sus labios fríos
Como si eso pudiera revivirlo.
Es tarde para arrojar el revólver
¡Bang bang!
Ese horrible sonido.
Martes de otoño por la tarde
Jamás había escuchado una ambulancia tan de cerca.
Fue como estar dentro de ella o en alguna tina sangrando,
esperando que llegara.
Hacía frio. Estaba sola.
Las puertas cerradas. La sirena gritando.
Una mujer a lo lejos pedía ayuda
Era por mí
por mis ojos llorosos
y las heridas verticales de mis brazos.
La sangre en el azulejo.
Media botella de vodka.
El mundo se cae, sobre mis hombros.
Fractura mi cuello.
Me deja sin aliento.
La sirena gritando.
Un tango rasgando mi cuerpo desde dentro.
La sirena se aleja, me deja.
Sangro. Lloro. Muero.
Está lejos.
👍👍👍
Me gustaLe gusta a 1 persona